Tras poco menos de dos horas de emociones y sentimientos encontrados, la pantalla se funde a negro. Unas letras en color rojo sangre y con una tipografía bien conocida por cualquier amante del cine de terror exhiben los nombres de las indiscutibles protagonistas de esta velada, a pesar de no ser las apariciones que más minutos gastan en la gran pantalla: Linda Blair y Ellen Burstyn.
Contiene Spoilers |
Mientras, un Tubular Bells en versión orquestal invade nuestros pabellones auditivos. No hay mucha gente en la sala, haciendo honor a la verdad, lo cual es extraño tratándose de la tarde del sábado, pero para mí no tiene la mayor importancia. Por el contrario, la experiencia ha sido el doble de gratificante. Me quedo un rato pensativa mientras los créditos de El exorcista: Creyentes continúan inundando la gran pantalla. Y a pesar de la poca afluencia de público, siento que acabo de asistir a un gran acontecimiento. Para mí, la experiencia ha sido satisfactoria, a pesar de que sigo procesando lo que acabo de ver. Pero tengo la certeza de que se trata de una producción condenada de antemano al fracaso. No puedo sino felicitar al director, David Gordon Green, por la valentía de trabajar en un proyecto tan complicado y peligroso como éste, con la complicada (imposible) tarea de encontrar su propio espacio a la sombra de su antecesora, un título con 50 años a sus espaldas y la elevada distinción de película de culto.
En el año 1973, la audiencia americana recibió El exorcista, sin duda uno de los títulos estrella del recientemente fallecido William Friedkin. Entre desmayos, ataques de histeria y, según algunas lenguas de dudosa credibilidad, abortos accidentales, diversas comunidades religiosas no dudaron en condenarla aludiendo a la impregnación de un diabólico poder en todas y cada una de sus escenas. Sabotajes de todo tipo se sucedieron, incluyendo los que afectaron a la, por aquel entonces, jovencísima Linda Blair en el rol de Regan MacNeil. El escándalo la salpicó, aderezado con llamativos altercados sucedidos durante el rodaje: la muerte del actor Jack MacGowan, quien interpretaba el rol del malogrado director Burke Dennings, y el óbito de la actriz griega Vasiliki Maliaros, encargada de dar vida a Mary Karras, madre del atormentado sacerdote Damian Karras. A estas desgracias se unió el incendio que destrozó los decorados de la casa de los MacNeil y la presencia del asesino Paul Bateson, por aquel entonces radiólogo, quien participó como extra en las tomas del hospital, realizando el famoso angiograma de Regan. Más tarde, Bateson, acusado de haber asesinado a su pareja, el periodista Addison Verrill, confesaría a sus compañeros de prisión haber cometido una serie de asesinatos de homosexuales en Manhattan, aunque nunca se encontraron pruebas de su culpabilidad. Estos hechos inspirarían, en parte, a Friedkin para el rodaje de la cinta Cruising en el año 1980. Pese a todo, la crítica la recibió con entusiasmo, y gran parte de su éxito se debió a la calidad de las actuaciones. El escritor William Peter Blatty, autor de la novela original en la que se basa la película, ganó un premio Óscar al mejor guion adaptado, y lo mismo sucedió en la antesala dorada: los Globos de Oro. La novela, basada en un caso de exorcismo real del que Blatty había escuchado hablar en los años 50, fue un éxito de ventas en 1971, lo que llevó al proceso de su adaptación a la gran pantalla. Considerada como una de las mejores obras del séptimo arte, en el año 2010 fue seleccionada por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos como una pieza cultural, histórica y estéticamente significativa.
El Exorcista: Creyentes llega en este año 2023 con el fin de rememorar los 50 años de esta obra maestra, a modo de secuela, y con una maravillosa sorpresa para el fandom. Curiosamente, el mismo fandom que se empeña en dilapidar, con su odio irracional, cualquier tipo de secuela relacionada con un clásico consagrado, como es el caso que nos ocupa. Y no, nada más lejos de la realidad, la pretensión de esta película no es la de equipararse a la original, algo técnicamente imposible, sino construir un emotivo homenaje que guarda las formas, respeta la estructura de la primera, y lo más importante de todo: nos regala la presencia de las principales protagonistas de aquel hito cinematográfico. Lo que hace Ellen Burstyn a sus 90 años es encomiable, pese a los comentarios que se empeñan en devaluar su aparición, en este caso, como secundaria de lujo. Mucho se le reprocha últimamente el haber repetido el papel de Chris MacNeil en esta reciente secuela, y no en el malogrado filme del año 1977, El Exorcista II, el Hereje, una película infame aunque de alto potencial estético firmada por el cineasta británico John Boorman. A día de hoy, aún pesar de este incomprensible reproche (ganas de malograr esta última entrega, supongo), El Hereje sigue siendo una película, en su mayoría, vilipendiada. Pero, con todo, le alabo el mérito de haber recuperado el protagonismo de Linda Blair y la aparición en pantalla del desaparecido Max Von Sydow, de nuevo en el rol del sacerdote Lankester Merrin.
Llegarían, a posteriori, sendos productos con el único fin de repetir el taquillazo que supuso aquella memorable adaptación del año 73. Después de que la crítica despellejase a Boorman por esta infame secuela, habrían de pasar 13 años más para que una nueva entrega de la franquicia viese la luz. El Exorcista III, llegada en el año 1990 y dirigida por el mismísimo William Peter Blatty, no es otra cosa que la adaptación de Legión, novela del año 1983 que Blatty concibió como secuela real de El Exorcista. No obstante, tampoco puede considerarse una secuela al uso, puesto que el verdadero protagonista del libro no es otro que el simpático oficial Bill Kinderman, envuelto en una serie de crímenes con unas características un tanto particulares. Al principio de Legión, se nos narra el momento en el que es descubierto el cadáver de un niño afroamericano de 12 años. La idiosincrasia de asesinato (amputación del dedo índice y aparición de un signo grabado a cuchillo en la palma de la mano), conduce al llamado “asesino géminis”, con la peculiaridad de que se trata un criminal muerto 12 años atrás. Posteriormente, aparecerán asesinados dos sacerdotes católicos, y una serie de pistas harán que Kinderman acabe investigando en el ala de un hospital psiquiátrico.
Como novela, Legión es un psicothriller solvente con aspectos intelectuales y una satisfactoria resolución. Como adaptación, hablamos de otra cosa. Blatty deseaba que su cinta tuviese el mismo título que la novela original, sin embargo, por cuestiones obvias, se vio obligado a titularla El Exorcista III. Aunque ha ganado en los últimos años el estatus de cinta de culto, se trata de un metraje irregular, con momentos y diálogos muy interesantes y otros no tanto, como ese exorcismo final metido con calzador, cuyo único fin es respetar el rentable nombre de la franquicia. Aunque se trata de una historia canon, Legión dista mucho de ser una secuela al uso. Se trata de un spin-off en el que Kinderman, sus conflictos y una nueva investigación ganan relevancia. La sombra de El Exorcista está más que patente en ella, pues se menciona lo acontecido con Karras en el pasado, y diferentes personajes de este mismo universo hacen acto de presencia. Si bien en la cinta original del año 1973 tuvimos a un convincente Lee J. Cobb como Kinderman, la muerte del actor unos años después propició que en esta nueva entrega fuese George C. Scott quien diese vida al teniente. Lo mismo sucedió con el personaje del padre Joseph Dyer, interpretado en sus inicios por William O´Malley y representado por Ed Flanders en esta nueva entrega. Sin duda, lo más reseñable de estatercera entrega es la reaparición del ya desaparecido Jason Miller, repitiendo su rol como Damien Karras, y una serie de secuencias que tienen algo inquietante. Un siempre correcto Brad Dourif trataría de poner su granito de arena en el rol del asesino géminis, no con el suficiente acierto debido a las debilidades en el guion. Cuando pienso en El Exorcista III pienso también en lo que pudo ser y no fue, en cómo las exigencias de producción son capaces de destrozar un proyecto que cuenta con una idea inicial sólida, en qué nos hubiera llegado si esta cinta se hubiese titulado Legión y hubiese respetado la novela al completo, tal y como deseaba su autor y director. Siempre tendré esa espinita clavada.
Pero aquí no terminaría el desastre. En agosto del año 2004 se estrenó El Exorcista: el Comienzo, cinta en la que estuvo involucrado el guionista y productor estadounidense Paul Schrader, al menos en los inicios. Y parece que la maldición volvió a sacudir el buen nombre de la franquicia: Schrader fue despedido debido a sus diferencias con producción, pues el montaje final no era lo suficientemente comercial. Por ello, se contrató a Renny Harlin para que terminara su versión de forma definitiva. Esta precuela se centra en la figura del padre Merrin en el pasado, interpretado por Stellan Skarsgård, quien hace lo que puede con un libreto poco interesante, plagado de incongruencias y con una débil escena final que supuso un sonoro fracaso. Tal fue el batacazo que, a posteriori, se decidió lanzar en DVD la primera versión de Schrader, titulada Dominion. Si bien la de Harlin fue un fracaso, esta no se quedaría atrás a pesar de contar con el visto bueno de William Peter Blatty, quien colaboró en el guion. Este lanzamiento consiguió unas críticas algo mejores, aunque tampoco las esperadas. Poco se puede decir de ella, salvo la mención de una interesante escena al inicio en la que, en plena Segunda Guerra Mundial, unos soldados alemanes ponen a Merrin en la difícil disyuntiva de elegir 10 personas que habrán de morir fusiladas, a cambio de no cercenar las vidas todos sus feligreses. Una escena que podría tener cierta fuerza, de no ser por su factura de telefilme y unas actuaciones regulares. En resumen, tanto El Comienzo como Dominion son cintas tan olvidables como prescindibles.
Por tanto, remitiéndome al análisis anterior, puedo afirmar, aún a riesgo de ser vilipendiada por ese fandom para el cual las posteriores entregas de cualquier título con cierta solera deben ser criticadas, que El Exorcista: Creyentes es la mejor continuación que tenemos actualmente. Un regreso más que digno, plagado de referencias que harán disfrutar al público más exigente y comprometido con la obra. Mención especial para las dos jóvenes actrices que llevan las riendas de esta nueva entrega, se nota su entrega a la causa y el exorcismo por partida doble es muy disfrutable. Pero esta no es la única sorpresa que el director David Gordon Green nos tiene preparada, pues Creyentes forma parte de un proyecto mucho más ambicioso, una trilogía que, espero de corazón, veamos llegar en un futuro si la caprichosa mano de los “defensores del culto” no lo impide, aunque tengo claro que no lo van a poner fácil.
Os recomiendo disfrutar de esta secuela tardía en la sala de cine. También, que no os dejéis intoxicar por los comentarios lapidarios que la han menospreciado desde el principio. Id libres de prejuicios, sin necesidad de recurrir a comparativas, pues como bien dijo en su día Spinoza: "nadie está obligado a vivir según el criterio de otros, sino que cada cual es el guardián de su propia libertad".
Antes de finalizar, me gustaría añadir un apunte de cierta relevancia. Años atrás Blatty había declarado que la verdadera continuación de El exorcista no era otra que La novena configuración, un drama psicológico del año 1980 por el que el escritor y director recibió el globo de oro a mejor guion. Claramente, esta afirmación se sustenta en el mensaje que reviste su historia, basado en el sacrificio y la fe. A nivel argumental nada tiene que ver con su mítica antecesora, pues lo único que comparten es la aparición del ya mítico Jason Miller.
Blatty abandonó este mundo en el año 2017, dejando un imponente legado narrativo. Por su parte, Friedkin nos dejó el pasado mes de agosto de este 2023, con el recuerdo de su forma de hacer cine, un cine marcado por sus peculiares cánones de realismo y violencia. Con él se va una parte de mi vida en la que descubrí que existía otra manera de contar historias, me lo demostró la brutalísima The french connection, una cinta del año 1971 galardonada con 5 premios Óscar en unos años en los que imperaba el realismo fotográfico. Friedkin es mucho Friedkin, ese hombre de talento, humilde y eterno, que hacía poco ruido pero demostraba lo que había que demostrar. Donde esté, espero que la tierra le sea leve.
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